Carta a mi mejor amigo, mi gran amor
Foto por Sharon McCutcheon en Unsplash

Hola, Grumpycillo.

Como sabes, cada vez que me siento triste, enojada o simplemente incómoda, me da por escribir. Hoy no es la excepción.

Y es que otra vez se rompió mi corazón y estoy en ese proceso en el que me pongo a hacer el recuento de los daños: ¿Qué falló? ¿Hice mal? ¿Otra vez me equivoqué?

 Pues sí, de nuevo no funcionó.  Y, como todas las veces que esto me sucede, volvió a mi mente la inevitable necesidad de buscarte… Porque podrá aparecer cualquier hombre en mi camino, pero al final, siempre regreso a ti.

Es curioso cómo luego de tantos años sigues siendo esa persona a la que quiero contarle todo, con la que puedo ser yo misma, quien me pone en perspectiva y me dice mis verdades aunque sepa de antemano que no me hará feliz escucharlas. Y lo valoro tanto.

Valoro las interminables charlas de todo y nada por Facebook Messenger o Skype, esas que empezaron hace más de 10 años y que siguen sacándome una sonrisa de boba cada vez que me llega la notificación.

Eres mi segunda persona favorita en el mundo (sólo después de mi crío) y  debo admitir que jamás pensé que esta amistad duraría tanto.  Cuando te conocí, nunca imaginé que llegarías a ser mi mejor amigo, ése que me conoce perfecto, que se sabe mi vida sin omisiones y que siempre dice las palabras adecuadas cuando las necesito.

Por todo lo anterior, frecuentemente me reprocho a mí misma el haberme enamorado de ti hace años. Porque aunque fue el amor más bonito y apasionado que he tenido, me pesa muchísimo haber fracturado nuestra gran amistad.

Dicen que uno no debe arrepentirse de lo que hizo pero ¿cómo no hacerlo si al amarte perdí a mi mejor amigo?

Foto de Ian Schneider en Unsplash

Esta semana, en mi cabeza no hubo más que dos pensamientos: Mi incierto futuro laboral y mis nulas ganas de reanudar el proceso de búsqueda del amor. Y justo ayer,  Facebook y sus recuerdos me hicieron volver 6 años atrás, cuando estaba loca por ti. 

De inmediato, me acordé de cada detalle: Que todo empezó con mi afán de sacarte de tu mal de amores y apoyarte como la mejor amiga que era. Luego vinieron los besos, las salidas frecuentes y… Lo demás; lo que seguramente recuerdas tan bien como yo.

Y esa fue la primera vez que amé y me amaron al mismo tiempo y con la misma intensidad. Fue la primera vez que un hombre me hizo entender lo valiosa que soy, cómo debía ser tratada y por qué nunca debía conformarme con menos. Fue la primera vez que no sentí que debía cambiar o ser distinta para que alguien me quisiera de verdad.

Cuando las cosas y los sentimientos se salieron de control, sabíamos que había que pararlo todo (cada uno tenía sus razones). Decidimos retomar nuestras vidas y dejamos atrás la historia que tuvimos.

Pero ahora, luego de todo este tiempo, debo admitir que yo nunca puse el punto final a lo que pasó entre nosotros… Muchas veces soñé con otra realidad en la que teníamos una “segunda temporada”; esta vez con menos drama, más probabilidades y, posiblemente, un final feliz (por algo “Definitivamente, tal vez” es una de mis películas favoritas)…  Y creo que esto es algo crucial al hacer el análisis de mi lista de fracasos amorosos. 

Foto por Nick Fewings en Unsplash

Hoy entiendo que no ha funcionado con nadie porque ninguno de ellos has sido tú. Y es que me doy cuenta que me equivoqué al pensar que alguien podría sustituirte. Hoy veo que, tontamente, no me he dado ninguna oportunidad real porque todo el tiempo ha estado aquí la sombra de ti.

Esta noche, luego de buscarte para charlar un rato contigo porque estos días no han sido los mejores, comprendí que en ti ya no existe ni mi gran amor ni mi mejor amigo. Después de mantenernos separados durante 4 años para evitar lastimarnos y tratar de conservar lo que quedaba de esta amistad,  nuestras vidas han avanzado en direcciones opuestas. Tú ya no eres tú y yo ya no soy yo. 

Este texto es, por fin, mi punto final a nuestra historia.

Hoy quiero despedirme de ti porque es necesario. Porque ya no quiero seguir atada a algo que ya no existe ni a alguien que no me pertenece. Porque este amor a mí que tú ayudaste a sembrar ya es lo suficientemente fuerte para soportar la pérdida.

Me voy pero no sin antes agradecerte todo lo que aprendí contigo, de ti y a partir de ti. Prometo preguntarme siempre “¿qué me diría Grumpy?” cada vez que requiera guía para hacer algo o tomar una decisión importante.

También te prometo no volver a caer con cualquier patán que me haga daño, que no me deje ser yo misma o que no me merezca. Prometo esperar pacientemente al “10” que alguna vez dijiste que me correspondía.

Nunca, nunca, nunca te voy a olvidar. Y siempre voy a llevarte en el corazón.

Te quiero como a nadie,

Arhelucha